El futuro del aceite de oliva

El futuro del aceite de oliva en España

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El futuro del aceite de oliva está en peligro

Un estudio científico, con la precisión de un bisturí y la urgencia de un grito en la noche, pone el dedo en la llaga sobre el futuro del aceite de oliva. Investigadores del Centre de recherche sur la biodiversité et l’environnement de Toulouse (CRBE), el laboratorio ThéMA y el ISEM no se andan con rodeos ni edulcoran la cruda realidad: el cambio climático, con sus impredecibles embates, y un ciclo de baja actividad solar, como un letargo cósmico, amenazan directamente la producción de ese líquido dorado que ha nutrido cuerpos y culturas durante milenios.

Y ojo, que esta advertencia no es una nimiedad circunscrita a los campos de olivos; es un golpe directo, sordo pero contundente, a la economía de vastas regiones y a la mismísima identidad cultural del Mediterráneo, cuna de civilizaciones y tradiciones ancestrales ligadas íntimamente a este fruto bendito.

El estudio

¿El quid de la cuestión, el meollo del asunto que desvela este estudio con 8.000 años de perspectiva histórica? Un equipo internacional de científicos, con la meticulosidad de arqueólogos desenterrando secretos del pasado y la visión de futuristas anticipando escenarios venideros, liderado por David Kaniewski, un nombre que resuena con autoridad en los círculos académicos de la Universidad de Toulouse, ha analizado una ingente cantidad de datos climáticos y biológicos.

La conclusión, lejos de ser un susurro tranquilizador, es una declaración de alarma: la fotosíntesis de los olivos, ese proceso vital por el cual capturan la energía del sol para crecer y dar fruto, está en un preocupante declive. Y si la fotosíntesis falla, como el motor de un coche se detiene, la polinización, ese delicado baile entre flores y abejas, se resiente profundamente, y con ella, la producción de ese oro líquido que tanto apreciamos en nuestras mesas y que forma parte intrínseca de nuestra dieta y patrimonio.

Los culpables de esta encrucijada, los villanos en esta silenciosa pero amenazante película, son dos fuerzas poderosas e interconectadas: las sequías cada vez más frecuentes e intensas, un rostro cada vez más familiar del cambio climático, que deshidratan la tierra y debilitan los árboles, y la raquítica actividad solar, un fenómeno cósmico que nos recuerda nuestra dependencia del astro rey. Estamos entrando, o ya hemos entrado, en un «gran mínimo solar«, una fase que se extiende a lo largo de varias décadas donde el sol, nuestra fuente primordial de energía, baja la intensidad de sus ciclos, como un fuego que languidece. ¿La consecuencia directa y palpable? Menos energía radiante llegando a la superficie terrestre, justo lo que los olivos necesitan como agua de mayo, como un elixir vital, en dos momentos cruciales de su ciclo anual: de marzo a abril para despertar de su letargo invernal y florecer con vigor, y de septiembre a noviembre para que las aceitunas, esos pequeños tesoros verdes, maduren lentamente, cargándose de sabor y aceite.

Y la cosa no queda ahí, en la mera cantidad de luz. El estudio profundiza en la intrincada relación entre la actividad solar y la biología del olivo. Subraya que la cantidad y calidad del polen, ese polvo dorado esencial para la fecundación y, por ende, para la futura cosecha, va de la mano, de forma inexorable, con la eficiencia de la fotosíntesis. Y esta, a su vez, como un delicado equilibrio, depende de una constelación de factores ambientales: la temperatura ambiente, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, la cantidad y distribución de las precipitaciones y, por encima de todo, la generosidad del sol que nos ilumina.

David Kaniewski, con la autoridad que le confiere su investigación exhaustiva, lo advierte sin paños calientes, con la seriedad de un médico diagnosticando una enfermedad grave: «Si el balance de radiación se altera, si la energía que llega del sol disminuye, la floración, la fecundación y la fructificación de los olivos se resienten de manera significativa, como si una gran nube constante, invisible pero omnipresente, limitara la preciosa luz solar que necesitan para prosperar».

Más allá del impacto innegable en el medio ambiente, en la salud de nuestros ecosistemas y en la biodiversidad que sustenta la vida, este panorama sombrío, pintado con trazos de incertidumbre y preocupación, pone en jaque un pilar fundamental de la economía de numerosas regiones mediterráneas, desde las soleadas laderas de Andalucía hasta los campos centenarios de Grecia e Italia, y un elemento vertebral de nuestra identidad cultural, de nuestras tradiciones culinarias y de nuestro legado histórico.

El futuro de la economía oleícola mediterránea

Tal como señala el estudio con una claridad meridiana, «la actividad fotosintética se revela, sin lugar a dudas, como un factor determinante, un barómetro crucial, para el futuro de la economía oléicola mediterránea«. Y con España, el gigante mundial en la producción de aceite de oliva, con sus vastos olivares extendiéndose hasta donde alcanza la vista, en el punto de mira de esta investigación, los científicos no bajan la guardia, conscientes de la magnitud del desafío, y continúan sus investigaciones con renovado vigor para comprender mejor las especificidades de la vulnerabilidad regional y para anticipar los escenarios futuros. No olvidemos la magnitud de la producción española, que oscila entre el 30% y el 40% del total mundial y entre el 50% y el 70% del volumen europeo, lo que subraya la importancia de encontrar soluciones urgentes y efectivas.

Pero no todo está perdido en este horizonte cargado de interrogantes. Esta investigación conjunta, fruto de la colaboración entre mentes brillantes del Centre de recherche sur la biodiversité et l’environnement de Toulouse (CRBE), el laboratorio ThéMA y el ISEM, abre una ventana de esperanza, una vía hacia la acción. Nos invita a reflexionar profundamente sobre la necesidad de idear y poner en marcha estrategias de adaptación innovadoras y sostenibles para preservar la rica tradición del aceite de oliva y garantizar su continuidad para las generaciones venideras. En un momento histórico marcado por una transición alimentaria global y una creciente valorización de los beneficios para la salud de la dieta mediterránea, rica en este elixir dorado, la pregunta fundamental sigue resonando con fuerza: ¿cómo asegurar la sostenibilidad, e incluso la perennidad, de uno de sus ingredientes estrella, de uno de sus pilares fundamentales, ante la embestida implacable de estos cambios cósmicos y terrestres que amenazan su existencia?

El futuro del aceite de oliva pende de un hilo delicado, oscilando entre la imprevisibilidad de los ciclos celestes y la creciente inestabilidad de un planeta en transformación. La respuesta a este desafío definirá no solo el destino de una industria milenaria, sino también la preservación de un legado cultural que ha enriquecido la vida de millones de personas durante siglos.

Nota importante: aceitedelcampo.com promueve el consumo del aceite de oliva virgen extra por sus cualidades culinarias y beneficios para la salud. No obstante, no debe sustituirse ningún medicamento o tratamiento actual sin la orientación de un profesional de la salud.

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